Edvard  MUNCH

LA MUERTE BAJO CONTROL DE ASESINOS

 

Estimados Lectores:

 

El Estado se inmiscuye ahora en lo que es llamado lo íntimo absoluto: nuestra decisión libre y personal de como decidimos terminar lo único que nos ha pertenecido y que ha sido por corto tiempo, nuestro único bien mayor, nuestra vida y luego nuestra muerte.

El Estado se inmiscuye en todo, regula durante toda nuestra existencia el más mínimo paso que damos, todo nos es controlado. Quedaba un solo ámbito que hasta ayer nos pertenecía: nuestra Muerte. Y en esto tampoco, porque desde hace años que denuncio los perjuicios mortales que produce el Estado a aquellos que no quieren terminar incinerados como desperdicios, el Estado impone leyes funerarias coercitivas a las familias sin recursos que quieren reservar y mantener una concesión perpetua para sus seres fallecidos; eso que nosotros, tan anticuados que somos, reclamamos a pesar de no poseer dinero,  este “lujo funerario”, una sepultura digna. Esto lo traté en mi ensayo “La Muerte en Francia: Política funeraria del Terror.”

Ahora pasamos a la Eutanasia, al fin de la vida que deberá quedar entre las manos de terceros que ejercerán sus propias intenciones sin respetar las nuestras.

Con un médico conversé de este tema en el año 2010 en Alsacia, estábamos de acuerdo ambos de que este asunto del fin de la vida y de la eutanasia debe dejarse como una decisión que se comparte únicamente con el médico de cabecera, ese antiguo médico de familia. Las variantes que se derivan cuando se sufre de una enfermedad devastadora y dolorosa, implican también y lógicamente al enfermo, a su familia cercana y al médico de cabecera. Estas decisiones que  son básicas para toda persona inteligente y responsable, son algo  tan simple como el preocuparse de nuestra cuenta bancaria que llevamos con cuidado, la gerencia de nuestro cuerpo en buena salud, el pago de los impuestos y la salud de nuestra familia. ¿Se imaginan los abusos y agudos subterfugios que crearán con ayudas médicas, todas aquellas familias perversas?

Porque familias perversas y crapulosas las hay, y en demasía, con esta nueva ley aprobada por el Estado, asistiremos a crímenes abominables contra pobres viejos impotentes e inválidos, que aburridos de llevarlos a cargo, se pondrán de acuerdo con la ayuda médica, hijos “independientes” y aprovechadores, un buen día se les ocurrirá que será hora de llevarlos al matadero, ya han vivido bastante, es hora de dejar el espacio libre y agarrarles sus ahorros.

Con este médico alsaciano, estuvimos siempre de acuerdo. Bueno, serán ustedes los que asistirán a estos nuevos crímenes con aval del Estado, porque yo ya estoy en la fila de espera dado que soy “vieja”, 69 años, creo que no estaré aquí para ver esta nueva salvajada.

En todo caso, conociendo al Estado, y conociéndome yo, indomable contra todo yugo, fui la primera en inscribirme contra el don de órganos en L’Agence de la Biomédecine, la primera en inscribir en mis últimas voluntades, (porque en vida no tengo casi ninguna a mi haber) mi rechazo a la autopsia, y mi intención de que nuestra tumba no sea violada. En fin,  tengo la responsabilidad de un vasto programa funerario que se me ha impuesto en esta maravilloso país en vía de destrucción total. Espero que otras voluntades vengan a rebelarse con la misma fuerza con la que yo me opongo a que se lleve a cabo este nuevo crimen contra la humanidad.

Uno de mis artículos se titulaba Dejen en paz nuestros Muertos. Ahora debería escribir otro que debería llamarse: Dejen en paz la

Vida y la Muerte, único bien y escándalo absoluto que nos pertenecen y que son del ámbito de nuestra propiedad privada.

 

Carmen Florence Gazmuri Cherniak