DORMANCIA – LUNES 3 DE JULIO DEL 2023- EL CLAVECÍN BIEN TEMPERADO DE MAMÁ
Con esta pianista rusa, entramos en materia, es la perfección misma, la más seria, porque tiene un alma suplementaria, me quedo con esta muestra. No pude encontrar en YouTube el Preludio que comento, pero la perfecta interpretación lo dice todo.
DORMANCIA
LUNES 3 DE JULIO DE 2023
Me desperté como todos los días a las cinco de la mañana, cumplido mi ritual de la ducha y de mi café del más fuerte, me puse a escribir la introducción.
Prendí el computador y me conecté a YouTube para escuchar Sviatoslav Richter, el cuaderno N°1 del Clavecín bien temperado, lo escuché con los auriculares, a las seis de la mañana, es imposible escuchar música de otra forma que escondida.
El Clavecín bien temperado lo tengo en tres compilaciones de CD, la comparación entre Sviatoslav Richter, mi preferido, Y Edwin Fischer, me hace pensar que hay que llegar a la edad de vieja para comprender Bach como se debe. El problema grave que se me presenta es que desde antes de mi nacimiento tengo El Clavecín bien temperado grabado en mi interior, lo conozco de memoria, mamá lo tocaba cuando yo estaba aún en su vientre, y la comparación que surge en mi mente de manera instantánea es la interpretación de Mamá.
No se trata de eliminar, es imposible ejecutar un estudio comparativo de cualidad, sino solamente de determinar una elección de pasajes en que uno de ellos elige tocar de una manera determinada un movimiento que me parece errado, por ejemplo en el cuaderno N.º 1, Fischer, en el segundo movimiento presto, en una milésima de rapidez exagerada, hace perder le diferencia que debe existir entre cada nota, por más presto que sea, en los siguientes compases, el poco apoyo de los dedos en cada tecla hace perder la intensidad que junto a la rapidez se pierde por esta razón, aún más la diferencia de cada nota de cada sonido que debe dejarse bien clara, que en el crescendo se hace mas perceptible, y en los cuatro compases finales, que ciertamente deben ser marcados con fuerza el pedal mínimo mas el peso del cuerpo que usaba mamá, le daba une sonoridad fuerte sin ser machacado, sin brusquedad, lo que me parece ir al otro extremo en la grabación de Barenboim, que lo toca demasiado aterciopelado. Mamá se reía cuando yo le decía: tu clavecín bien temperado es bien “temperado” como sinónimo de bien definido que va más lejos del calificativo “armonioso”.
La definición de “bien temperado” y para colmo destinado al clavecín, exige claridad y fuerza en cada arpegio, esta medida de no muy fuerte y nunca demasiado débil hace la maestría de la buena interpretación de Bach, sólo un pianista experimentado y completo puede aventurarse en esta ruda experiencia musical que dura toda una vida, es una aventura musical antes que nada, y también filosófica, teológica y mística, es la vida misma. Fischer en el Preludio N.º 8 en Mi bemol menor, presenta dos defectos, es una milésima de rapidez y los cuatro acordes del final demasiado bruscos.
Este es el tipo de plegaria de esas que a mí me gusta, sin lloriqueos, es una plegaria que junto con el llanto es reivindicativa, exigente, el dolor lo describe la mano derecha, el eco y el ruego insistente lo expresa la mano izquierda, al final el llanto se eleva al cielo, y en un raro arabesco geométrico se repite y acentúa el ruego que es la recapitulación de la descripción entera del dolor inconmensurable que reaparece al final del Preludio para terminar en un silencio suspendido. No existe en la música un llanto más sublime que este, en el Clavecín bien temperado.
¡Qué insistencia para hacerse comprender en el dolor rezado y hecho música!
Yo le decía a mamá, que lo que más me gustaba en Bach es su insistencia en las frases, esa insistencia terrible, deja sin aliento, porque avanza por la corriente sanguínea, nos atrapa, y la repetición acosa sin dejarnos escapatoria en la emoción, en el crescendo, es mágico, Mamá me respondía: “mira mi linda, tienes toda la razón, eso es lo que da la composición del contrapunto”.
Terminé de redactar mi introducción con la interpretación de Daniel Barenboim.
A eso de las doce, por costumbre, mala costumbre abrí el refrigerador, vacío; puse los tallarines a cocinar, por diez minutos.
Por suerte no han subido de precio.
Ah, luego de Bach, bajamos a los malditos tallarines.
Me puse a pensar, mientras cuidaba la olla, que hay gente que no cree que se pueda escribir dos libros el mismo tiempo, yo siempre lo he hecho. Es lo más fácil, porque uno no interfiere en el otro, son dos registros enteramente distintos.
Cuando luego se pasa a escribir un artículo crítico, es también posible, es lo que yo hago todos los días, paso escribiendo algo así como cinco o tal vez seis horas cada día, eso depende del clima, de no tener gabelas que arreglar, pero lo corriente es que avance rápido en mis escritos, porque yo no pierdo el tiempo en ninguna actividad estúpida como “hacer vida social”, por ejemplo.
Cuando se llega a mi edad, en que se está con un pie en la tumba, tenemos la responsabilidad de apurarnos más que nunca, cada hora, cada minuto nos está contado, a nosotros nos corresponde gastarlos para nuestro provecho y no para que se agrande nuestra misera condición de mortales. Estamos todos condenados a muerte, la diferencia es que unos irán antes al patíbulo, y otros un poco mas tarde. Nadie se salva de la Parca que está allí, acechándonos.
Me dije que luego de almorzar, el copioso plato de tallarines, me pondría a escribir mis Memorias.
Hay que bajar al mundo terrestre, la maldita biología nos hace sentir hambre, pienso que es el peor de los castigos, es junto con la sed, los únicos dos urgentes pedidos que impone el cerebro y del que no podemos liberarnos, porque el hambre no es visceral, el hambre nace y se instala en el cerebro, esto es lo peor.
Habría sido genial nacer como una estatua, una bella estatua hecha del mármol de Carrara, salida del Renacimiento, para vivir en el arte, sin exigencias, sin materialización de la fangosa especie humana, sin envejecer nunca, sin vivir en esta tierra llena de Serpientes y cuervos carroñeros sí, habría sido una vida perfecta, pero nacimos pobres seres mortales destinados al sufrimiento, no hubo escapatoria, nadie me consultó si me convendría esta aventura, pero fue la decisión de mis padres, así es que teniendo en mí la genética de papá y mamá, no me quedó otra que aceptarlo. No puede una escaparse de tener que mezclar todos los días, Bach, El clavecín bien temperado con los tallarines.
Carmen Florence Gazmuri Cherniak
NADEZHDA.
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